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    OPINIÓN | La carta de Javier Tendero, profesor de Cine y TV, agradeciendo la llegada del DREAMLAND

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    Quiero empezar diciendo que yo trabajo en el proyecto Dreamland y que obviamente mi postura no es imparcial ni objetiva, lo que a muchos ya de primeras les tirará para atrás. Pero sí que es honesta, eso se lo puedo asegurar, porque si algo he aprendido en la vida es que con la verdad se llega a todas partes y además se duerme mejor.
    Dreamland. Vaya jaleo de voces a favor y en contra tuvimos hace casi dos años y menudo jaleote tenemos estos días con lo mismo. Hace poco un amigo me decía, hablando de otro asunto, que es muy difícil construir algo pero muy fácil destruirlo. Toda la razón.
    Recuerdo cuando a comienzos de 2021, tras una tertulia en Radio Sintonía, le dejé al entonces presidente Blas Acosta, que iba a a ser entrevistado, la pregunta sobre unas informaciones que me habían llegado acerca del proyecto de unos estudios cinematográficos en la isla. Dreamland.
    Así de primeras, para alguien apasionado por todo lo que tenga que ver con la Cultura, cinéfilo empedernido que ha dedicado gran parte de su vida a ver Cine y a intentar hacerlo, la noticia de que pudiese haber un complejo cinematográfico a la altura de los grandes estudios europeos en la isla a la que decidí venir a hacer mi vida no podía ser más ilusionante.
    Pero pronto aparecieron los prejuicios. Y reconozco que es muy fácil caer en eso. En una situación política enrarecida como era la que estábamos viviendo en aquellos tiempos en el Cabildo, con un presidente en aquel momento en la cuerda floja y con fama de “desarrollista” (qué ironías, hace poco me lo llamaron también a mí), con algunos medios y los siempre bienintencionados y de buen corazón activistas y ecologistas de la isla en pie de guerra, fue fácil pasar de la ilusión inicial al “¡pelotazo!”, “otra jugada más del presidente”. ¿Recuerdan aquello que decía antes de que es muy fácil destruir algo?
    El proyecto quedó encima de la mesa, pendiente de que los 23 consejeros del Cabildo estudiasen y decidiesen qué hacer con él. Y la cosa cayó en un semiolvido…
    A todo esto a los pocos meses empecé a trabajar de profesor de Cine y Televisión en Newport Media Films. Y fue entonces cuando conocí tanto la empresa detrás del proyecto Dreamland como el proyecto en sí, cuando vi que no era lo que nos habían contado y comencé a ver todas las oportunidades de futuro que puede ofrecer para la gente de aquí. Porque curso tras curso me encuentro con mujeres y hombres, muchos de ellos totalmente ajenos al mundo audiovisual, que descubren un campo profesional que les ofrece salir de la escasa oferta laboral de la isla (reconozcámoslo, más allá de los trabajos relacionados con el sector servicios o en las administraciones públicas poco más encontramos) y les da una esperanza de futuro. Porque algo en lo que insisto desde hace tiempo es que en Fuerteventura hay mucho talento, muchísimo, lo veo en todos estos chicos y chicas. Algo como Dreamland les daría la oportunidad de aprovecharlo y desarrollarlo. Por eso creo firmemente en el proyecto, por eso estoy ligado a él.
    Quiero que en Fuerteventura la gente de aquí no haga únicamente de extra o figurante en las películas para los que hacen las películas. Yo quiero que la gente de Fuerteventura sea la que hace las películas: cámaras, guionistas, directores de fotografía, jefes de producción, montadores, directores… ¡y creadores de videojuegos que es el ahora! Y que las productoras de fuera vengan a crear sus películas de principio a fin, no que vengan solo a rodar paisajes y se vayan. Que dejemos de ser solo un paisaje bonito para pasar a ser una isla con una industria cinematográfica y de contenidos digitales al mismo nivel que otras donde se cree Cultura y se cree empleo de calidad. Solo tenemos que creérnoslo.
    Soy consciente de que durante muchos años algunos se han dedicado a hacernos pensar, a sentir que los de aquí solo valíamos para servir a otros o para “figurar” en las películas mientras ellos mantenían su corralito político, convirtiéndose en especialistas en decir qué podemos hacer pero especialmente qué no podemos hacer. No se puede, no se puede, no se puede… y al final es fácil pensar que es así. Pero ya está bien.
    Quiero que los jóvenes que quieran formarse para hacer Cine no tengan que irse lejos de su tierra como tuve que hacer yo cuando decidí que quería hacer películas. Porque el irse lejos de la tierra de uno para cumplir los sueños no es solo dejar familia y amigos, también es disponer de los recursos necesarios para ello. Créanme que no es fácil viajar a otra parte para formarse siendo de clase obrera, la de trabajos precarios por los que tuve que pasar en la gran ciudad para “cumplir mi sueño”…
    El lugar idóneo para Dreamland es el propuesto. Un lugar que, ténganlo claro, no es ningún “pelotazo”: solo urbanizar el terreno es bastante más caro que cualquier suelo urbano de la isla. La situación junto a una autovía en suelo rústico dotacional, que está ahí para usos precisamente como este, es perfecta como los diversos informes emitidos por diferentes organismos territoriales han indicado, con una buena conectividad desde el resto de la isla y la cercanía con Lanzarote. Además alejado de las dunas, no como algunas fotos manipuladoras que he visto por ahí en una campaña de descrédito sin precedentes. Porque algunos no defienden ni el territorio ni a los que vivimos en él, simplemente defienden su caverna ideológica y el sillón que esta les proporciona desde hace décadas.
    Y no, en ningún lugar del planeta unos estudios cinematográficos están en suelo industrial, otra más de las barbaridades que se han escuchado estos días. Ni cerca de un aeropuerto. ¿Se imaginan rodar con el ruido de los aviones pasando por encima? ¿O en un lugar con ruido ambiental? No es posible. Y el que afirme eso es que sabe poco o nada de Cine.
    Además creo que puede ser rentable para los inversores del proyecto. Por la parte cinematográfica o de creación de contenidos digitales y por la parte unida al turismo y los visitantes que puedan acudir a la parte visitable del complejo. Ocio cultural, ocio tecnológico. Sin camas hoteleras, sin centros comerciales.
    Sí, habrá alguien que saque beneficio de esto y eso es lo mejor que puede pasar en un complejo como este porque eso será garantía de su viabilidad futura. Tenemos experiencias pasadas en otros lugares donde los proyectos levantados con dinero público y gestionados por cargos políticos se vieron abocados al fracaso por esa cosa de “el dinero público es de todos” tan habitual. El capital privado sabe cómo invertir, cómo gestionar y cuida de que sus inversiones salgan bien. Estudios cinematográficos europeos como Pinewood en Inglaterra o Barrandov en República Checa son buena prueba de ello.
    E inversión en formación, la mejor inversión posible.
    Antes les decía que soy profesor. Dejen que les cuente algo que me pasó recientemente. En el último curso que dimos, había una persona brillante cuyo trabajo habitual, cuando le llamaban, era en el sector servicios. Era alguien que tenía unas cualidades innatas para desarrollar su trabajo en la industria audiovisual pero la vida le había llevado por otros derroteros. La cosa es que además esta persona pensaba que por su edad ya era demasiado tarde para dedicarse a esto de hacer películas.
    Pues bien, hará como un mes llamaron a la escuela de una productora que venía a rodar durante 3 semanas un proyecto internacional y necesitaban personal para el equipo de dirección y producción. Rápidamente, llamé a la persona que les comentaba. ¿Qué me dijo? Que le gustaría pero que no creía que le llamasen y demás. Le convencí para que enviase su curriculum. Me llamó hace un par de semanas: le habían seleccionado para trabajar en la película y estaba radiante de felicidad. No saben la alegría que provocó en mí como docente. Porque de eso va todo esto: en hacer cosas para cambiar y mejorar la vida de la gente.
    ¿Vamos a poner barreras al futuro de nuestra gente por ideas políticas trasnochadas, por estrategias electorales? ¿Está el territorio por encima de las personas? Claro que me preocupa proteger el territorio, pero territorio que haya que proteger, no cualquiera. El desarrollo sostenible consiste en crecer en armonía con la naturaleza, no poner su protección por encima del bienestar de las personas.
    Territorio que además cumple con todos los requisitos y que si no se dedica a formación y a una industria como de la que hablamos (que además es totalmente limpia, huella de carbono cero) podría ser utilizado para otro tipo de instalaciones que el gobierno o el político de turno considerase.
    Así que yo digo SÍ al proyecto Dreamland en esa ubicación de manera rotunda. Tenemos que decidir si mirar de una vez al futuro o seguir mirando constantemente al pasado, ese es el fondo de la cuestión.

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