El segundo documental de Marcela Arteaga, El guardián de la memoria (2019), después de Recuerdos (2013), es una total revelación. Arteaga no sólo se atreve a abordar un tema tremendamente complejo como es la corrupción del gobierno mexicano, sino que lo lleva a cabo con un lenguaje cinematográfico plagado de poesía, para ayudarnos a digerir una realidad que es espeluznante, triste, devastadora.

Un apacible pueblo mexicano cercano a la frontera de Estados Unidos, donde niños y niñas juegan en la calle y donde la dedicación al trabajo ha creado un oasis de prosperidad y armonía, se ve de pronto azotado por una ola de muerte, secuestro, extorsión y, finalmente, exilio. La entrada de la policía federal, mandada por el mismo presidente de la república de los Estados mexicanos, inaugura una retahíla de atentados dirigidos, no al crimen organizado, como lo anunciaran las autoridades, sino a la policía local y estatal. La situación es anodina, en el momento en que en un pequeño pueblo fronterizo hay más de 3.000 oficiales armados y entrenados para proveer seguridad a la población, que no es mayor a 25.000 habitantes, los muertos aparecen en las calles descabezados y la lista de desapariciones forzadas se va haciendo cada vez más larga. La intervención del ejército termina con lo que quedaba de ese pequeño pueblo fronterizo, hoy un pueblo fantasma por el abandono y la destrucción vivida apenas diez años atrás.

The Guardian of Memory trailer from Marcela Arteaga on Vimeo.

En un conversatorio con la directora, después del estreno del documental en el marco de la séptima edición del festival Cine Latino, en Mineápolis, Arteaga explica que la mayoría de los activistas sociales, que acabamos de conocer gracias a la proyección, están escondidos, perseguidos o han huido a Estados Unidos. Debido a esa diáspora, así como a la importancia y vigencia del tema migratorio, que afecta a la ciudadanía mexicana en primer lugar, la siguiente proyección del documental está planificada para realizarse sobre el muro fronterizo entre México y Estados Unidos, para que las y los exiliados políticos, pero a su vez la población migrante, pueda verlo desde el otro lado.

Son muchas las virtudes de este documental que logra explicar de una manera clara, precisa e incluso didáctica, las vicisitudes de la política internacional, la relación entre capitalismo y genocidio, así como las alianzas entre los poderes supremos y supuestamente democráticos que muestran así su verdadera naturaleza: inhumana e inmoral. Quiero destacar, sin embargo, dos enseñanzas que me deja El guardián de la memoria. La primera, la total admiración por la fortaleza humana en los momentos de mayor fragilidad, cuando se ha perdido a los seres más queridos de manera injusta e irracional. La segunda, la urgente necesidad de un cambio estructural que termine con una sociedad centrada en la riqueza y no en las personas, la naturaleza y la solidaridad.

El título del documental se dirige directamente a las y los espectadores, todos nosotros y nosotras somos guardianes de una memoria cuyos protagonistas nos han compartido para que no caiga en el olvido y, sobre todo, para no desistir en la búsqueda de justicia, paz y armonía.