El municipio de La Oliva vive estos días una inusual movilización vecinal. La razón: la decisión del Obispado de Canarias de trasladar al párroco José María González González (Palencia, 1952), más conocido como el padre Chema, quien ha estado al frente de cinco parroquias de La Oliva durante los últimos 14 años. La medida ha sido recibida con desconcierto y tristeza por una comunidad que ha encontrado en Chema no solo un líder espiritual, sino un referente humano y social.
Desde su llegada a la Isla, ha dirigido las parroquias de Nuestra Se ñora de la Candelaria (La Oliva), Nuestra Señora de la Caridad (Tindaya), Nuestra Señora de los Dolo res (La Caldereta), San Juan Bautista (Vallebrón) y San Vicente Ferrer (Villaverde), al margen de numerosas iniciativas de índole pastoral, social y cultural.
Con homilías cercanas, divertidas, un trato humilde y una vocación misionera forjada desde su juventud, ha ejercido su papel de misionero en Asia, América y d versos países, Chema ha conseguido llenar cada domingo los bancos de la iglesia de La Oliva, atrayendo incluso a fieles de otros municipios.
Los vecinos de La Oliva han iniciado una campaña para que el Obispado no traslade a su párroco. Chema no se limita a las funciones litúrgicas, sino que se involucra activamente en la vida de la gente, escuchando sus preocupaciones, compartiendo sus alegrías y tristezas, y actuando como un verdadero párroco.
Ahora, ante su repentino traslado, los vecinos han iniciado una campaña de recogida de firmas solicitando al Obispo de Canarias, José Mazuelos, que reconsidere su decisión. «El padre Chema ha sabido unir a la comunidad en torno a valores de verdad, paz y amor», expresan algunos firmantes. Aunque no todos son feligreses, muchos coinciden en que su labor ha trascendido lo estrictamente religioso, fomentando la cohesión social, el diálogo intergeneracional y la participación activa de la ciudadanía.
La recogida de firmas a través de la plataforma Change.org, que ayer contabilizaba más de 700 rúbricas de rechazo al traslado del sacerdote, ha generado un debate sobre el papel de los líderes eclesiásticos en comunidades pequeñas, donde la cercanía y continuidad resultan fundamentales. De hecho, el historiador de La Oliva, Pedro Carreño, considera que este popular párroco «muestra empatía, comprensión y accesibilidad hacia las personas de su comunidad. Si fuera ateo también iría a sus misas».