Los mariantes bajan a la costa. Los vecinos de las localidades de Mezque y Ajuy, en el municipio de Pájara, se resisten a que la tradición de los mariantes se quede en el olvido. Por ello, una vez al año recrean los pasos de sus bisabuelos y abuelos que abandonaban el campo por unos días tras recoger la cosecha y se trasladaban en verano hasta la costa en busca de pescado, marisco y sal con los que complementar la dieta alimentaria de la familia.
Nunca imaginaron Lito Roger, Juan Ramón Brito, León Avero y Lorenzo Hernández, que aquella iniciativa de los mariantes, que comenzaron a recrear hace 24 años, en concreto en agosto de 1998, no sólo se continúe recreando en la actualidad sino que haya tenido desde entonces un objetivo didáctico dando a conocer a los más jóvenes esta tradición de los majoreros.
Este año se han celebrado dos expediciones de los mariantes. Una el pasado 18 de agosto cuando los hermanos León y Horacio y Cesáreo Hernández junto a un grupo de vecinos de Ajuy y otros jóvenes decidieron revivir la experiencia que vivieron en su día sus antepasados. La otra, el pasado domingo, cuando Juan Ramón Brito y Lorenzo Hernández, dos de los precursores de la iniciativa inicial, decidieron continuar con la tradición y hacer el trayecto desde Mezque junto a sus hijos Daniel, Néstor y Alejandro.
Todavía no había aclarado bien el día, Juan Ramón y Lorenzo comenzaron a despertar a sus hijos para emprender el camino. Primero en dirección a la Madre del Agua para recoger cañas para pescar. Luego continuaron la ruta por el barranco de Ajuy y tras sortear el litoral de Sotavento. Primero sería al Arco del Jurado para continuar hacia la Peña Vieja, El Tarajalillo, La Herradura, Puntilla Blanca o Barranco de Aguas Destacadas hasta llegar al destino: ‘Agua que se Acaba’. Los kilómetros de distancia discurrieron con la expectación de los nuevos mariantes de vivir una experiencia única, como ya lo hicieran en otro tiempos, bien sus padres o abuelos.
Los mariantes bajan a la costa. Tras llegar al destino, los mariantes acomodaron sus pertenencias personales en la choza y prepararon las cañas con las puntas de cuerno de cabra, así como los aparejos para iniciar la pesca. Mientras unos pescaban y comenzaban a llegar las viejas, sargos o cabrillas, entre otras especies, otros eran los responsables de recolectar sal de los charcos. Además, sus antepasados recogían mejillones, lapas o burgaos, aunque era otra época cuando no estaba prohibido. También salaban el pescado cogido para conservarlo y llevarlo a casa al cabo de los varios días que se asentaban en la costa.
Lorenzo Hernández, reconoce que «hemos disfrutado de un par de dias sintiendo las emociones de nuestros padres y abuelos como mariantes. Por el largo camino encontramos antiguos hornos de yeso, eras de trillar o gambuesas. Nos hemos trasladado a épocas inmemoriales de nuestros ancestros, tratando de enseñar a los más jóvenes esta gran tradición.».
Artículo publicado por el periódico La Provincia